miércoles, enero 30, 2008

Río de la plata

Nunca tuve una mascara de luchador. De morro solo alcancé a ver las luchas por televisión, recuerdo que me obsesionaba tanto con el santo y blue demon, que incluso, pintaba de esos colores a todos los muñecos de plástico que me regalaban mis padres. Con bolsas les confeccionaba sus capas, los tallaba contra el suelo para desfigurar sus rostros, los rompía, los quemaba. Se desgastaban también aventándolos desde una azotea y dándoselos a comer al pichicuas, el bull terry de mi abuela. Peleaba con mis compañeros de clase pues increíblemente un instructor de educación física nos daba lecciones sobre como hacer la enredadera, la urracarrana y hasta la de a caballo. En fin, las luchas me cautivaron desde los cinco años pero nunca tuve una máscara de luchador.

Así que un viernes, después de cinco tarros de cerveza oscura en La vizcaya, le caímos a la arena México; de la taquilla, apenas asoma un pequeño vidrio blindado, intercambiaos dinero por boletos, balbuceé algunas palabras con los revendedores sobre el cartel que se ofrecía para esa noche y de nueva cuenta tuve una máscara enfrente pero no la compré. Adentro la banda tepiteña no paraba de pegarle a los tambores y darle aliento a las trompetas, el olor a orines se dejaba sentir en los pasillos, los niños se mostraban fanfarrones con sus máscaras del místico y mentaban madres al Dr. Wagner, ah que morros, les falta aprender. Pasaron otras cinco cervezas más, las bebí a regañadientes porque no soporto las “victoria” mucho menos la “sol”, bebida de mujeres, a mi me gustan las “indio” o las “bucanero” cubanas. Las peleas se desarrollaban con mucha naturalidad, hubo uno que otro lance pero hasta ahí. No se dejaron ver lesiones u odios de a de veras. Pura fantochería. Paso la excitación de las mujeres por los bíceps de Marco Corleone, todas se mojaron, algunas señoras a mi alrededor gritaron sobre lo grande que debería ser su pene. Cada quién su antojo. De la arena, lo único rescatable fue el camillazo que el Dr. Wagner le azotó al místico cuando este se dolía de una lesión en el cuadrilátero, llegaron los médicos y sin importar el cerco de los réferis el Dr. hizo lo suyo, se dejo admirar: ¡Wagner! ¡Wagner! ¡Wagner!

Saliendo el camarada Raúl ofreció su casa para seguir embruteciéndonos, pero mejor nos trepamos al metro y le caímos al Río de la Plata. La cantina es antaña pero sigue jalando a mucha bandera dizque universitaria, entramos y nos presentaron a un par de valedores que amablemente subsidiaron las casi once cervezas que bebí. Conocí entonces al Oscar y al David, aborígenes de tepito; comenzamos a tirar uno que otro albur para medir fuerzas y ya entrados en el asunto me platicaban que la venta de ayer estuvo medio mala, pues apenas alcanzaron a sacar cincuenta mil varos, mientras lo decía, inmediatamente pensé en todos los años de educación tirados a la basura. Quise mendigar un poco de trabajo pero omitir el punto ya que no dejaba de mirar a las delicias de la casa. Debo decir que había más de un par de mujeres apetecibles. La música sedaba mi ansía de masturbarme con la imagen de ellas entrepiernadas.

Mientras me platicaban del nivel de drogas y la calidad de mercancía que se encuentra en tepito una ruca se rifaba con su piano eléctrico, se esforzaba ejecutando salsas, cumbias y medio rock; estúpidamente comenté algo sobre la expropiación del “Tenoch 40”, sobre la represión contra el narcomenudeo y con una sonrisota bien condescendiente me contestaron con mucho aplomo: si carnal, el tenoch era una vecindad, pero allá en el barrio hay un chingo, es más, las mejores siguen abiertas. El día que quieras te doy un tour por el barrio y te llevo al paraíso de las drogas, es una vecindad dónde el más pesado ya no cuenta siquiera los billetes, hasta los encuentras tirados en su casa, la banda tiene que hacer fila para ser atendida y en lo que llegas, otros más te ofrecen paquetotes de coca, pastillas, crack, heroína, todo lo que quieras, es más, si te ven que estas medio pendejon te regalan una probadita para que te pinches.

Casi lloro de felicidad, por supuesto que dije sí, entre más pronto mejor. En eso, otro compa, el Lalo me invitó un churro, salimos de la cantina como a las 3:00AM y enfrente de los policias le atizamos a la mejor marihuana que he probado. Tardamos como quince minutos, los polis solo nos miraban, de repente uno se acerco y le pasamos un poco de varo para que dejara de coercionar. Se despidió amablemente y nos deseo un buen viaje.

Regresamos al Río de la Plata para terminar con un par de cervezas más, la gente comenzaba a despedirse, de un jalón se fueron las delicias que alegraron mi libido por un rato y consiguientemente me despedí de los camaradas y salí del lugar acompañado por mi “tumor inextirpable”. Siendo como las 4:00am, caminamos con dirección a Bellas Artes, vislumbramos la alameda apenas iluminada por lo pésimos faroles de la calle, zigzagueamos un poco por los carriles centrales de reforma hasta que un taxi nos levantó. Llegamos a casa, vomitamos puros jugos gástricos, copulamos y nos besamos después. Creo que comienza a tener sentido mi vida.

israel chávez reséndiz
1:37pm