jueves, junio 05, 2008

Kitsch vs auténtico

Alguna vez me enteré de un grupo de mujeres demasiado obscenas que se autodenominaban “ponkian-kitsch.” La mayoría de ellas estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y actualmente se dedican a comercializar sus producciones artísticas en un puesto hecho de pura basura reciclada en la colonia Morelos. Entre su mercancía podemos encontrar puros trabajos manufacturados a base de vil desperdicio urbano. Desde los empaques de preservativos, hasta el latex de condones usados. Incluso pueden fabricar cadenas, dijes, aretes o pulseras con el aluminio de las latas de refresco y centros de mesa completamente grotescos con formas de pene o de felaciones. En realidad su trabajo es muy particular, completamente auténtico. Dejan de lado la “pose de las vanguardias artísticas”, el montaje y la exhibición en galerías, el reconocimiento académico o la crítica de arte. Tampoco se envuelven en discursos de “arte independiente” ni se molestan en hacerse las mártires del arte popular. Se saben sesgadas, excluidas de la farsa intelectual y no les importa. Es más. Se enorgullecen. Son ellas mismas, desnudas, gordas, feas, transparentes. Viven y gozan de sus fracasos y mediocridades, se saben dentro del fango subterráneo y no dudan en transformarlo para hacerlo más feo, más ruin, más vil.

Por el contrario está lo “gourmet, lo exquisitamente fino y de buen gusto”, lo desechable y kitsch. La imitación, la farsa. No hay necesidad de buscarlo entre las bibliotecas, las galerías, los institutos de investigación científica o en las librerías de moda para percibir el sectarismo del arte. Levantas la mirada y por donde quiera te encuentras a imbéciles que se desviven por reproducir los estereotipos de la televisión; estudias literatura y todos quieren escribir como Paz o en su defecto balbucear poemas como Sabines; visitas un museo y todos se compara con Rivera, Pollock e incluso Tamayo; ya ni mencionar el caso de la música. ¿Por qué tanto esmero en el querer ser? ¿en la pésima imitación? ¿por qué no podemos vivir como escribimos, como pensamos, como sentimos, como creamos?

¿Por qué se sigue escribiendo literatura sobre temas tan soeces como la prostitución tercermundista, las epidemias sexuales, la violencia intrafamiliar, el bestial abuso policiaco, la pederastia, desde un flamante escritorio? ¿Por qué los afeminados escritorcillos desisten de sumergirse entre la porquería de la que tanto hablan y alardean en sus novelitas? ¿Por qué se siguen premiando este tipo de trabajos con miles de euros? ¿Por qué diablos se escribió Los príncipes nubios? ¿Por qué la historia de cacería y reclutamiento sexual de africanos se vuelve tan inofensiva? ¿Desde cuando un proxeneta respeta a las putas que están a su servicio? ¿Desde cuando las mismas putas reniegan del sexo y de los dólares que ganan con sus entrepiernas? ¿Quién se podrá tragar la farsa del argumento de la novela? ¿Qué estúpido se atrevió a construir una serie a de personajes que aborrecen la violencia y las drogas? ¿Desde cuando los proxenetas son gays y se enamoran de la inocencia e ingenuidad de sus prostitutas? Ni aquí, ni en Ámsterdam, ni en Barcelona, ni en Marruecos las cosas se mueven así. El negocio del sexo es sucio, violento y contagioso. Nada que ver con esa especie de “realismo mágico proxenetista.” Bah!, pura basura mercadológica. Yo me quedo con las “ponkian-kitsch”, con lo desnudo, feo, gordo, transparente. Con lo que soy.

Israel Chávez Reséndiz
0:41hrs

* Juan Bonilla. Los príncipes nubios. Barcelona: 2003. 291 p.

4 eyaculaciones:

Pues las rolas están muy chingonas, por otro lado deberías de pensar en recopilar tus notas de tu blog y publicarlo en un libro, así como lo hizo Angeles Gamio, jajajaj. Bueno culero, sin duda la Academía está de la verga, pero la rebeldía es la que hace siempre la diferencia. Espero verte pronto, o el lunes, ya que veo a Alfredo a las 12 00 en la sala de maestros, por si quieres caerle.

¿Qué onda cabrón? Chido el blog. A pesar de que no estoy de acuerdo con algunos puntos, eres consistente y hoy en día es difícil encontrar alguien que lo sea.

Nos vemos pronto.