Se dice que el realismo sucio se centra en narrar la vida de personajes tan sucios y comunes como obreros, delincuentes, amas de casa, estudiantes de literatura mediocres, profesores de universidades o simplemente alcohólicos empedernidos. Se dice también que a través de esta narración se descubre la porquería de país y la estúpida realidad que padecemos. Es bien sabido que entre literatos gourmet se genera un profundo desdén por esta maldita forma de decir las cosas. Pero nos tiene sin cuidado, ya estamos hartos de ser el objeto de estudio de un puñado de académicos, de aparecer entre las páginas de una novela premiada con miles de euros, de quejarnos del impasse intelectual, de no hacer nada por ello.Estamos conscientes también que es un tremendo error aceptar que solo la marginalidad nos hará libres, pero desde nuestra experiencia sabemos que las condiciones se hacen, se generan, se provocan. Es hora de que los personajes de John Fante, de Raymond Carver, de Tobias Wolff, Kathy Acker, Pedro Juan Gutiérrez o incluso de Buk, se tomen un tiempo y escupan todas las palabras que traen cargando en las entrañas desde hace mucho tiempo.
Cocaína zine se adhiere a las innumerables publicaciones que trabajan por una literatura ácida y corrosiva; una literatura que sí tenga que ver con nuestra realidad y no con realismos mágicos perdidos en Macondo o en la cabeza de Juan Rulfo. Una literatura que se inhale como una buena dosis de cocaína y que nos duela, como una profunda adicción.
israel chávez
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