lunes, mayo 12, 2008

Nothing

Estoy quebrado. No tengo un solo peso encima, no hay cerveza, ni cigarrillos de marihuana para despejar la mente. Apenas ayer se me fueron las últimas monedas que me quedaban por desempeñarme como profesor de historia occidental. No hay más. No hay drogas, ni cerveza, ni mujer. Nada.

Ya vi que esto de ser productivo, responsable, pararse temprano, vestir camisa, corbata, de tener billetes en el bolsillo y de sonreírle al éxito no es lo mío. Simplemente no va con mi mediocridad. No soy yo.

Me gusta ser un pobre diablo, garabatear palabras en la red y saborear la entrepierna de las mujeres. Me gusta el olor a sexo que despide mi pantalón después de varios litros de alcohol. Qué otra cosa me puedo exigir. Simplemente nada.

Creo que vuelvo a mis raíces: a los martillos, el polvo, el aserrín. A hermanarme con los demás oficios que trabajan en la construcción. A trabajar con las manos, volverme hombrecito, subirme al ring de nuevo y comenzar a tirar jabs o ganchos al hígado. Reventarme a quién se ponga enfrente. No dejarme engañar con los grados académicos, ni con el afeminado trabajo intelectual. Aprender desde abajo, en el fango, con mi gente, ensuciarme de porquería. Morir.

La semana pasada llegué a la construcción dónde comúnmente trabajo haciendo cosas de carpintería. Después de dos horas de camino, entre viaje de metro, paradero de autobuses y un kilómetro a pie, arribé con mi padre a la obra que le da trabajo a veinte personas más. En su mayoría son migrantes de puebla, guerrero, oaxaca, veracruz y chiapas. Casi todos tienen rasgos indígenas e incluso siguen hablando sus lenguas nativas combinadas con el español. Entre ellos soy un “maestro” más, no hay rangos, ni discriminaciones, tampoco alardeos por demostrar quién ha leído más libros o quién hizo su posgrado en el extranjero. Somos iguales: morenos, de rasgos bruscos y malos modales.

El sábado resulto ser 3 de mayo, día de los albañiles. Así que desde las once de la mañana, la gente que nos caciquea quiso portarse amablemente y nos compró con un par de borregos hechos barbacoa. Me acuerdo que no faltaron las cervezas, los tacos de doble tortilla, los corridos sonando en la bocina botada de una grabadora, la camaradería, los albures, el hambre. Por un momento nos olvidamos de nuestra miseria, dejamos de lado nuestros pésimos salarios, los abusos. Lo dejamos todo porque sólo ese día nos permitimos ser felices, estar alegres, compartir la comida y nuestras “historias de éxito”, eso era lo que importaba. Perdernos en el alcohol, terminarnos el hambre, sonreír; no había prisa, el resto del año seguiremos con nuestra inmundicia a cuestas, esperando a que las cosas cambien para que sigan igual. Esperando el suicidio quizá.

Israel Chávez Reséndiz
11:49pm

“A medio día tenía el honor de comer con los hombre de mi propia fiambrera, y los albañiles, los carpinteros y los electricistas me trataban como uno más. Se hablaba de caza, de mujeres, de béisbol, y me escuchaban siempre que hacía un comentario o formulaba una pregunta. Pero indefectiblemente cuando la comida había terminado y los trabajadores buscaban el tabaco, mi padre me corría por los obscenos, pero llamativos comentarios de Frank Gagliano.

Pero, ay, mi padre no era Blivins el Rápido, que era un hombre fuerte y alto, de huesos grandes y musculoso. Era bajo y chaparro, y su fuerza estaba en los brazos y las manos. Lo observé asustado mientras subía peligrosamente la escalera con el capazo de treinta ladrillos apoyado en el hombro, con el rostro amoratado, los ojos saliéndosele de las órbitas, las venas del cuello hinchadas como serpientes. Se detuvo en mitad de la escalera y yo temblé con él, compadeciéndome, rezando por él, odiándome por tener sólo diez años y ser tan inútil.

Pero cualquiera habría sido un inútil, pues la determinación de mi padre equivalía a la fuerza de diez hombres.”

* John Fante. Al oeste de Roma. Barcelona: España. 2007. 194 p.

2 eyaculaciones:

Por ahí me contó un wey que en cierta ocasión se refirió a un trabajador como "Maestro", éste le contestó
-Por favor: MAISTRO.
jejejje, cuidate cabrón, espero verte pronto para habalr de mamdas.

Así que "maistro" y maestro de historia, fiuu y que otras cualidades además de catador de entrepiernas, barista y expendedor de semen? Por cierto Bertoni la lleva.
Ahora mismo lo pienso, cómo me gustaría orinar parada sin salpicarme los pies, sí ya sé que no tiene nada que ver pero esa idea me dado vueltas las últimas cuatro horas, mejor termino de fisgonear tu vloj