sábado, noviembre 17, 2007

Carretera perdida

Me acuerdo que las primeras veces que visité el tianguis del chopo fue como a los siete u ocho años. Sucede que por ese entonces, un wey (hermano de mi madre) le latían todas esas ondas de woodstock, de avandaro, de rock clásico, por tal razón, a regañadientes, lo acompañaba todos los sábados para verlo empedrase con sus cuates punks y urbanos. Mientras tanto, le daba de vueltas al tianguis y entre otras cosas lo que llamaba mi atención fueron esos videos, medio clandestinos, que exhibían la muerte de otras personas. Ya fueran violaciones, peleas callejeras, conflictos bélicos que producían fusilamientos con ráfagas de ak-47, torturas a guerrilleros colombianos por parte de marines, victimas de accidentes automovilísticos o simplemente deformidades fisiológicas. Por ese tiempo ni en cuenta del género. Solo me paraba enfrente del puesto y a disfrutar del sufrimiento, de las costras de sangre en el monitor de tv.

Hubo después, una secuela de videos que se llamaron “Trauma”, podías encontrar desde el número uno hasta el quince o dieciséis, no recuerdo muy bien. No sé porque madres perdí ese gusto exquisito, pero ahora que terminé Carretera perdida de Bernardo Esquinca se me fueron aclarando varias inconsistencias. Soy un ignorante de los necrovideos, los gore, o de las snuff movies.

Leyendo sus micro ensayos, rescaté varias recomendaciones de Bernardo, aunque debo decir, son recomendaciones un poco irrealizables pues tanto los autores como las editoriales que los publicaron son completamente desconocidas en nuestro país. Por ejemplo, tengo que conseguir Gods of death de Yaron Svoray o ya de menos Mis rincones oscuros de James Ellroy. No sé como le haré, pero de que los consigo, los consigo. Por lo mientras seguiré tildando de pelmazos a las niñitas que se asustan con las primeras escenas de Irreversible o veneran a Tarantino por su puñetez de hostal. Bah!

israel chávez
5:04 pm

“Por otra parte, un asesino nato mata por placer, no por dinero. La mafia es la que, según Svoray, está detrás de las organizaciones subterráneas que las grandes ciudades padecen, estén dispuestas a hacer snuff movies y a sacar provecho de ellas. Pero, ¿por qué arriesgarse con una real si se pueden fingir?

De cualquier manera, el suponer que las snuff movies no existen realmente, no trae ningún consuelo. El hombre moderno posee una oscura psicología, difícil de desentrañar, y mucho menos, de entender. El culto a la muerte ajena y a la violencia ha alcanzado niveles insospechados (impulsado en gran parte por los avances tecnológicos). El mismo Svoray entrega una terrible sentencia en su libro, después de entrevistar a unos agentes del FBI: “No querían que hablara de ello y ahora sé por qué. El crimen cotidiano es ya suficientemente abrumador. No hay industria de snuff movies. No hay una conspiración. La oscuridad esta en todas partes.”

* Bernardo Esquinca. Carretera perdida. Un paseo por las últimas fronteras de la civilización. México: Nitro Press. 2002. 62 p.

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