martes, octubre 30, 2007

Relato de un suicida

Muy pocas veces he tenido un arma entre las manos. Ahora que lo pienso creo que solo han sido como cuatro o cinco. La primera fue una 22, era una escuadra, chiquita, bien afeminada. Esa vez la llevó un mai de la obra para vendérsela a otro, creo que ya traía broncas en su barrio y no quería que lo agarraran desprevenido; la segunda, fue una beretta, una 19 milímetros, por ahí en la cuadra a un wey le gustaba fanfarronear con ella y de vez en cuando nos la prestaba –sin cargador- para dispararnos, pum pum!; la tercera fue el revolver que la señora Mary tiene en su casa para defenderse de los ladrones, sí, la tiene arriba del refrigerador junto con veinte cartuchos de ak-47 que los tiene apilados como fichas de domino; la cuarta, creo, fue un rifle de caza, ahí comprobé que el disparo tiene más fuerza y la patada te sacude el hombro machín, machín; la última fue una 45, esa la llevó mi entrenador de kempo, pues entre otras cosas trabaja como instructor de la policia y guardaespaldas. Pero en ninguna ocasión se me ocurrió ponérmela en la sien y hacer la pantomima de suicidarme. Nel, la neta no. Aunque más de una vez he tenido ganas de tirar el gatillo, acabarme de un jalón. Siempre he pensado que soy un cobarde, pues si de a esas vamos, el metro es infalible. Yo no me trago eso de cercenarse las venas o intoxicarse con pastillas, el metro es el metro y punto.

Pero las drogas han salido al rescate. Por eso las quiero, me conectan con mi realidad, sedan el hartazgo que tengo por este país de porquería. Me dejan tomar un poco de aire fresco.

Por eso no soy existencialista. A mi no me convence Sartre cuando dice que uno nace para morir, pero me apasionan los textos de Cioran por su desasosiego y fortaleza contra la vida. Ya tiene mucho que no leo filosofía, me hace falta. Me quedé atorado con Nietzche, Schopenhauer, Heidegger y Kant. Con eso tengo y me basta. Yo no quiero correr de la catástrofe de mi nacimiento, quiero huir de la imposibilidad de ser libre. Inmolarme a placer, dedicarme a mis vicios, vivir mi decadencia. Drogarme con tu sonrisa, negar mi voluntad. No sé que hago en este mundo, ni por qué habito este cuerpo desechable. No sé que busco en los libros y por qué pierdo mi tiempo en ellos. Creo que me desintoxico, no lo puedo soportar. Shoot me!

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israel chávez reséndiz
23:48hrs

“La negación de la voluntad de vivir de la que habla Schopenhauer es, en esencia, pura resignación. En el estado de resignación es donde aparece la existencia del mundo como algo relativo, como algo dependiente de esa voluntad eternamente libre que, si bien puede querer al mundo, también puede no quererlo. En eso termina la negación de la voluntad: en la abstinencia, la pobreza, la imposición de fatigas y dolores, en la paz terrena que se consigue al desprenderse de los mil filamentos que nos mantienen vinculados al mundo y nos desgarran dolorosamente bajo la forma del deseo, el miedo, la envidia o la cólera.”

* Fernando Lobo. Relato del suicida. Oaxaca: Almadía. 2007. 62 p.

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