martes, octubre 23, 2007

Porno

Mis adicciones son bastantes mediocres pero muy baratas: mujeres y drogas blandas. Marihuana, cocaína, hongos, alcohol. Todavía no he sentido lo duro del LSD, tampoco he conocido alguna puta de Ámsterdam, todavía no. Ya será.

Sucede que en la militancia política siempre me pregunté por qué en el puto primer mundo, donde según todas tus necesidades son cubiertas por el estado, las personas se autodestruían con métodos más soeces que los latinoamericanos. Me cae, todo el tiempo le daba y le daba a la reflexión pero nunca pude resolver ese conflicto. Veo que el Marx cegó mi visión pues ahora que ya no lo frecuento demasiado, pude resolverlo con claridad. No importa que tan avanzada se encuentre la filosofía política o que tan sólida sea la economía de las europas; el estado siempre nos empuja al declive con sus instituciones, con sus normas, con su moral, sus leyes, sus banderas, sus fronteras, su dominio. Aunque debo decir que no todas las rebeldías tienen tintes políticos, o ya de menos coherencia. No. Algunas veces se pelea contra el poder, pero otras más contra la voluntad. Nos metemos en filosofías tan baratas que lo único que nos importa es simplemente “ser”, no importa si libre o estúpido. Por eso no importa si es en Holanda, Turquía, Chile o Iztapalapa, las personalidades se repiten, los sin sentidos nos saturan de mierda la cabeza, todo se reduce a la esencia de la vida: consumo, perversión, sexo, drogas, mujeres.

Hace dos semanas termine de leer Porno de Irving Welsh. Algunos dicen que se convertirá en un clásico de la literatura underground, ojalá y no, que pinche ironía. Por el momento me limitaré a decir que a pesar de la pésima traducción la obra se sostiene, no sé si por la historia o porque toda esta escrita en primera persona (pero no por un único personaje), es polifónica pues desde Sick Boy, Nikki, o hasta Begbie hablan con suma naturalidad del rodaje de Siete polvos para siete hermanos. Además, no creo que las drogas o la pornografía sean tema de actualidad. No cuando mi vecino de doce años rocía con cocaína la herida que se acaba de provocar y alguna puta de Ámsterdam cobre por doblármela.

israel chávez reséndiz
10:46pm

“La cosa se calienta y ella me inmoviliza con la tremenda fuerza que tiene en sus paredes vaginales. Ha cogido el extremo de mi verga y lo restriega salvajemente contra su vagina. Se la mete poco a poco y llegamos al orgasmo. Después nos tambaleamos hasta la cama y nos tumbamos sobre el edredón. Me estiro y saco del cajón una raya de coca. Al principio ella se muestra reacia, pero preparo una buena dosis y se la meto por el precioso culo que tengo delante. Se levanta y coloca mi pene dentro de su boca, lo muele una y otra vez, dice que la excito, pero estoy seguro que es la droga, me lastima con su lengua hasta que eyaculo sobre su nariz, sus ojos, sus labios, su rostro. Eso le pasa por ser una buena puta. Me gusta follar con ellas.”

“Lo único que podría compensarnos es: a) tener mucho dinero, y b) chicas jóvenes a remolque. A los veinte años puedes conseguirlo a fuerza de tu falo y a los treinta a fuerza de personalidad, pero cuando llegas a los cuarenta necesitas pasta o fama. Es cuestión de putas matemáticas. Todo el mundo piensa que soy demasiado ambicioso, pero no lo soy. Para mí de lo que se trata es de aguantar un tirón, de prevenir una situación de crisis.”

* Irving Welsh. Porno. Barcelona: Anagrama. 2002. 595 p.

0 eyaculaciones: