miércoles, septiembre 05, 2007

Crónica desde el lodo

No quiero forzar mi mente, pero han sido más de siete los intentos para sacar una fiesta como el "Yautepec a go go". Hace tres años comencé medio organizando desmadritos a razón de mi cumpleaños, ya en mi casa, con campamentos pacheco alternativos, en casas ocupadas o de plano en la mera calle. Debo decir sin ningún recato que ninguna de ellas es comparable con los niveles de autodestrucción, daño, drogadicción, poligamia, estupidez y barbarismo de esta.
Sé como ustedes que nuestra pinche rutina de escuela-casa-amigos-pedas se alteró con el museo. Bueno, al decir museo me refiero por supuesto a la gente que lo habita, albures, malos gustos, mujeres, caprichos, enojos, fajes, prepotencia, bestialidad, corajes, rabia, ilusiones, amor. Que no?

Así que después de dos años de estancia entre exposiciones y equipos interactivos encontré a banda muy entrañable, desde el hijo de puta que odio, hasta a los que siendo unos grandísimos hijos de puta, me son inexorables. Mención especial a las mujeres, a su sexo, su trato, sus guiños, su aroma, su cariño, sus letras. inevitables. indelebles. Malditas mujeres por qué me gustan tanto.

Ahora que terminó, es sumamente cagado saber que todavía mucha gente piensa que la beca servirá para acabar sus materias, hacer la tesis, titularse y si bien les va, dejar el museo ya con un posgrado en la mano, pero que creen animales, se la pelan, porque esos dos años te caes a un abismo y ya depende de ti si lo aprovechas o no. Es claro que la mayoría declina, se descubren como tremendos lameculos o en el peor de los casos se asume como vil pusilánime, reprimiéndose, inclinándose ante la autoridad y agradeciendo la humillación. Pobres diablos, lo malo es que no mueren, se atreven a reproducir su estirpe de porquería y en una de esas llegan a dirigir becarios, museos, empresas, consejos electorales, iglesias, incluso países. Chale. Yo no, por decisión propia me autodestruyo buscando no se qué en el alcohol; desperdicio mi tiempo con grandes libros pensado que redimirán mi estado de putrefacción; me deprimo con y por las mujeres, las odio y las quiero, pues estoy conciente del daño que pueden hacerme. De ahí su poder. Me gusta llenar de alcohol las venas de mi cuerpo, zigzaguear en las calles persiguiendo tu maldita sonrisa, vomitarte poesía a la menor provocación, amanecer debajo de camiones, tirado entre charcos, lodo o escaleras del metro a causa de tu desprecio. Soy un alcohólico crónico degenerativo, lo asumo con la entereza de mis palabras. Me enorgullece serlo y escribir.

Como diría el buen buk: "no me gusta dejarme moldear por la sociedad" por eso trabajé para lograr una catarsis, un orgasmo colectivo, orinar mi locura entre ustedes. eyacular. explotar. Así, un mes antes, corrí en la carretera a 230Km/h, Yautepec-DF. ideé la forma para que entre todos construyéramos la catarsis, idea que se fue a la mierda pues solo tres excelentísimas personas me ayudaron: "J, I, J". En fin. La historia ya la saben, llegó el patrocinio, llegó la fecha y le caímos a la casa. Encontramos una alberca llena de hojas que gracias a la lluvia se sedimentó y pudieron aspirarla en friega. Recogimos lo rompible y lo encerramos en un cuarto al que todo el mundo tuvo acceso, menuda manera de cuidar las cosas. Montamos la poderosa computadora portátil con sus 3,500 rolas de rock, garage, surf, cumbias, jarkore, duranguense, punk. Conectamos las bocinas, comimos un poco y a esperar.

La promoción de la fiesta estuvo entretenida, las fotos con garabatos en las nalgas, la mentada de madre a "su tiranito", la irresponsabilidad de manejar bebiendo, los boletos, los bombardeos de mails, la insistencia en el jai fai, los putos carteles que no hicieron otra cosa que mostrar la puto potencial creativo de la banda de "Universo", la encuesta en la que nadie participo, y el mapa con las indicaciones de google earth.

Una de las cosas que merece mi reconocimiento fueron los bikinis. Todo el tiempo pensé que la banda mordería el reboso y no sacaría la lonja a remojar, pero nel, todos panzones, panzonas, pellejudos, malolientes con herpes se clavaron en la alberca a contaminar. Tal y como lo prometí hubo demasiada carne asada, calzón remetido y playera mojada, todo en una alberca que destilaba calor humano. Seguía la música, el baile, las mujeres, oh si, mujeres-mojadas-bailando, que bonita combinación de palabras. De manera involuntaria se desataron las luchas en lodo, la catarsis comenzaba nadando con la ropa y celulares puestos. Alcohol, drogas, sexo, baile, música. La mentada "cerca" se destruyo, las lenguas chocaban con otras, los pezones se levantaban por el frío, los bikinis desaparecían y los cuerpos se apretujaban hasta sentir la erección. Para no peder la costumbre te cargué y nos caímos, bailaste como nunca, no dejabas de sonreír.

No se bien como estuvo, pero hasta una pelea salio a relucir, se rifaron con los madrazos pues aderezó aún más la fiesta, aunque me emputó que dos mujeres salieran lastimadas y que las dos sean mis amigas también.

Al final toda la adrenalina se disipó, como buen orgasmo, la fiesta dio su último gemido y se dispuso a dormir. Órale pensé, me vale madres la soberbia, es la mejor puta catarsis que el museo pudo dar, esto si quedo para la posteridad. A huevo.

israel chávez reséndiz
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