viernes, septiembre 28, 2007

Alta infidelidad

Rosa Beltran es profesora de mi facultad. A mi gusto, es una señora elegante, de buen ver y no dudaría en cortejarla si es que se presenta la situación. Además, hace como que escribe y hace como que sabe literatura. Según esto, tiene un doctorado en literatura comparada, pero una cosa es estudiar, estar metido en los libros devorando palabras, que escupirlas y machar el papel. A mi gusto, toda su obra es bastante predecible, ya veo porque los mejores escritores siguen siendo “los” mejores escritores y no “las”. Sé que me dirán misógino come mierda pero no me importa porque tan solo basta abrir cualquiera de sus libros en cualquier página para corroborar lo que digo.

Alta infidelidad esta plagada de lugares comunes, la historia es sosa, aburrida y predecible. Es cierto, su narrativa fluye pero por el grado de sencillez. Es sumamente básico. Muy elemental.

Julián, el personaje principal, cautiva (chale, que mamada, pero es el verbo adecuado) a tres mujeres: Marcela (que es el alter ego de la autora), Silvina y Sabine. Las tres diferentes y tan parecidas al mismo tiempo. Todas clasemedieras y con tintes intelectualoides liberales, no obstante olvidan sus proclamas feministas o sus grados académicos, se muestran obsesivas, aprehensivas, celosas y perras. Las tres, a sabiendas de que cada una de ellas mantiene una relación con el miserable profesor de filosofía, compiten y al hacerlo se degradan hasta el cansancio, hasta el aburrimiento.

La tesis principal de la novela es que los celos no son del todo malos, es la expresión más pura de amor, que las mujeres “son así, un misterio. Luchan todo el tiempo, la mayor parte de las veces contra sí mismas.”

En fin, son palabras desechables, que por el simple hecho de estar entre dos pastas erróneamente se le considera un libro. Es cagado porque he visto a tres personas con eso bajo el brazo, las tres son secretarias, prietas, gordas y feas…caray, esa es mi descripción, pero no, yo soy un misógino come mierda, recuerdan. Ja!

Israel Chávez Reséndiz
9:37pm

“Marcela tiende a pensar que no fue azaroso que Lev Nicolaievich Tolstoi escogiera a Sonia, esa mujer de dieciocho años (teniendo él treinta y cuatro) y de menor rango. No fue azar tampoco que pudiendo elegir entre una mujer rica y racional (“estúpido, no tiene nada que ver contigo y sin embargo estas enamorado”) o delicada y dulce (“en ella no hay nada de todo lo que siempre ha habido en otras mujeres, algo de convencionalmente poético y cautivador y, sin embargo, me atrae de una manera irresistible”), la eligiera a ella. Porque lo que sentía por Sonia era pasión: “Estoy enamorado como no pensé que se podía amar. Estoy loco, acabaré por pegarme un tiro si esto sigue así.”

“Era algo común, decía Marcela, ocurre con casi todas las esposas de los escritores. En cambio, al revés no. No se había dado el caso o no se conocía de un esposo que hubiera pasado en limpio los borradores de una mujer ilustre. O que amasara el barro para las esculturas…o un hombre que organizara conciertos, que consiguiera a base de artimañas las salas, que administrara las ganancias de la orquesta…Y es que antes de entrar a su etapa de femme fatale a Marcela le había dado por pensar que los hombres les habían hecho daño a todas las mujeres que hicieron grandes cosas se habían hundido en el último instante a causa de un hombre. Una a una las iba nombrando…y luego dio lectura a un listado aún peor, las mujeres que se habían suicidado: Silvia Plath, Delmira Agustini, Anne Sexton, Concha Urquiza, Julia de Burgos, Violeta Parra, Sara Teasdale, Alfonsina Storni, Virginia Wolf, Alejandra Pizarnik…”

Rosa Beltran. Alta infidelidad. México: Alfaguara. 2006. 166 p.

1 eyaculaciones:

Sin duda no solo eres demasiado vulgar, sino un pobre tonto que de literatura no sabe ni la L.

Das verguenza ajena.