domingo, septiembre 23, 2007

23 de septiembre

He dicho muchas veces que en este momento aborrezco la militancia política y puedo decirlo con tal entereza ya que por mucho tiempo estuve involucrado en ella. En mi adolescencia llené mi mente con basura idealista. Creía fervientemente en el cambio armado, en la autodefensa, en la acción directa violenta. Según yo, la demagogia sobraba, sabía que no era necesaria una dirección política o una vanguardia intelectual para dirigir el estallamiento social. La pobreza y la miseria siguen siendo las mismas, siguen doliendo igual. Qué importa si se denuncian con la más elocuente filosofía política, con comunicados guerrilleros, ensayos académicos o una simple mentada de madre al poder.

En una etapa de mi vida el EPR le dio una interpretación distinta a la lucha armada. Pues a diferencia de los zapatistas que no reconocen una lucha de clases y se envuelven en un discurso indigenista, su lucha queda sesgada, pues hay más de ochenta millones de pobres, y solo 10 de ellos son meramente indígenas. Rehuyen a la violencia cuando a sí mismos se conciben como una entidad armada, un ejercito. Caray, entonces que son las declaraciones de la selva lacandona. Ellos mismos convocan a una guerra y eso significa sangre, muerte, vejación. La puta revolución se libra con balas, no con plumazos de poca monta. De ahí que la estrategia eperrista llamara mi atención. Sé bien, que como muchos grupos armados están infiltrados hasta el tuétano, que el EPR es sobradamente acusado de ser una pantomima priísta, pero también sé que su composición es demasiado compleja. Sería una estupidez generalizarlo y explicarlo laxamente.

Desde la década de los setenta, el estado mexicano no ha hecho otra cosa que seguir generando condiciones que potencialicen un levantamiento social. Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, el Partido de los Pobres, el PROCUP, la Liga Comunista 23 de septiembre, el MAR; cada uno es componente esencial para entender que la lucha armada sigue siendo un camino plausible para el cambio social. Baste recordar que existe un sobrado rencor social frente al poder, a las “instituciones democráticas”, al sistema judicial y financiero, al poder.

Soy una persona deleznable, pero varios años de doctrina política me dicen que este presente, el que me permite escribir esto en una computadora, tener universidad, literatura y una vida clasemediera son ejemplo que el estado me ha cooptado, ha satisfecho mis necesidades, ha virado mi atención en frivolidades, me ha mantenido quieto. Este presente no podría explicarse sin la heroicidad de los combatientes que han perdido sus vidas regresándole el golpe al capital.

A cuarenta y dos años del asalto al cuartel Madera, sírvase aquí como una trinchera frente al poder.

Vencer o morir

* Israel Chávez Reséndiz
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