domingo, julio 15, 2007

Plegarias de un inquilino

Guillermo Fadanelli. Plegarias de un inquilino. México: Cal y Arena. 2005. 149 p.

No sé si comenzar esto con un insulto o una felicitación. El libro es bastante recomendable, algunos críticos sostienen que lo único que produce este autor es pura literatura basura, y sí, tienen razón. Es basura de origen, pues pareciera que todos los desechos de la humanidad tienen cabida en cada uno de los ensayos que componen el libro. Desechos, vergüenzas, malos gustos, depravaciones, cobardías. Es insultante la lucidez con la que va arrojando los textos. Además, tengo que decir, fue completamente estúpido salir corriendo a la librería hace un par de meses buscando sus títulos, cuando, por lo menos, la mayoría de estos ensayos ya estaban publicados en su blog. Ni hablar. El libro es el libro y no acepta regateos.
Llegué a Fadanelli ya bastante viejo. Apenas hace un par de meses. Las únicas referencias que tenía de él eran unos textos publicados en la revista dominguera “Día Siete”, textos malísimos. Tanto que no merecieron odios ni alegrías. Indiferencia. Simple y mortífera indiferencia. Fue hasta cuando me llegó mi colección de “Replicantes” que leí una opinión de sus obras. En el instante pensé que valía más la opinión que lo opinado. Finalmente di mi brazo a torcer y me enganche a su obra. Es buena, mala, ríspida, ácida e irónica. Consúmanla.

“Los hombres rudos no deberían escribir jamás una dedicatoria porque si los hombres duros dedican sus libros entonces estamos hundidos en un mundo cursiliento. Ser cursi según los diccionarios significa desear ser elegante cuando no se es más que ridículo.”

“Cuando despierto en una cama que no es la mía o en la banca de un parque puedo sentir un poco de frío, pero jamás arrepentimiento… Mis bolsillos están vacíos porque no he escatimado ni un solo peso: no se puede beber con calma mientras se cuenta dinero. He invertido todo mi dinero en la destrucción de mi cuerpo, suelo decir a mis amigos que sólo de verme saben que no les he mentido. No ahorraré para comprar una casa que después de mi muerte ocuparán extraños, ni tampoco seré un viejo que ha ahorrado unas monedas para vivir dignamente: moriré sin un peso en la bolsa como debe hacerlo cualquier hombre que se respete.”

“Ahora que el tiempo se precipita sin ningún pudor hacia la nada, las obras extraviadas en algún rincón de mi librero son la prueba de que tuvo algún sentido renunciar a la universidad o a la posibilidad de una vida económicamente más digna. De no ser un vago no habría tenido tiempo suficiente para desperdiciar mi vida buscando quién sabe qué cosas entre las páginas de una novela.”

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