martes, diciembre 12, 2006

L I N A J E OBRERO

Tiene más de un mes que fui a ver una cinta a la que le traía un chingo de ganas. En el hoyo, de Juan Carlos Rulfo, que como ustedes ya deben de saber fue premiada en el Festival Internacional de Cine de Sundance (en Estados Unidos). Por supuesto que no haré una crítica especializada. La neta, cuando la fui a ver, entendí a la perfección por qué soy como soy. Esta cinta, o documental, o como la quieran llamar, no es de denuncia, ni tampoco se metió en broncas políticas. A mi parecer, solo habla de la construcción en obras públicas. Dejemos por un lado que gira en torno al segundo piso del periférico. Habla de la gente a la que siempre se le opaca. A esa gente, don nadie, que todo el mundo escupe, que todo el mundo desprecia. Si, a esa bola de albañiles, de nacos, de mugrosos, de indios. A los pobres diablos pues. A esa gente que es como yo o mi padre o mis abuelos. Todos obreros. Trabajadores de la construcción. Si, de nosotros. Los malolientes.



Ténganlo claro, no voy a utilizar un discurso lastimero, ni de mártir insufrible para hablar de nosotros. Pero es una obligación decirles que más allá de que seamos la gente que construye las ciudades desde lo más profundo de sus entrañas. Son gente valiosísima. La gran mayoría abandona sus comunidades de origen. Llega y ni siquiera domina el español. Tiene que aprenderlo. Enfrentar como pueda todo tipo de agresiones, desde la impotencia de no poder encontrar trabajo, hasta el racismo cotidiano con el que tiene que convivir. Bueno. Superado eso, tiene que apretar el ciño para no quejarse de las pésimas condiciones de trabajo, sueldos de hambre y nulas prestaciones. (ni siquiera de salud)

Esta gente. La que habita perennemente en el hoyo, sale adelante. Algunos, por decisión, regresan a sus pueblos para con lo ganado construir un negocio propio, otros más, se quedan. Se establecen. Se sumergen en la ciudad. La habitan, la sufren. Tienen hijos. Les obsequian una carrera en la universidad.

Los consejos con los que nací, las palabras de aliento, los regaños y hasta los piropos nacos, los aprendí a pulso desde ahí. Desde la obra. Si, desde ese conglomerado de personas eruditas de oficio. Frases simples, que denotan, además de experiencia, solemnidad. Conocimiento de calle. Popular. Valioso. “Nadie sabe para quien trabaja” “El trabajo cansa, sino no hubiera tantos pinches huevones” “Ya ven lo que les pasa por no estudiar. O estudiar de más” “Échele candela, mijo, que el suelo no sta parejo” “Ya ni llorar es bueno. Trabaje” “Quieres algo, que te cueste” “Al pinche gobierno que les vamos a importar. Aquí siempre hemos estado, manteniéndolos” “Algún día, no sé, les daremos en su madre, pero ahora ponte a trabajar”

Si, de aquí soy. Obrero de origen. Me enorgullece mi linaje. No cualquiera. La verdad no cualquiera.

1 eyaculaciones:

Orgulloso de estar, entre el proletariado y tener que sudar y sudar pa ganar nuetra pan.Ahuevo, cuando iba al cch-ote un amigo me invito a chambear en vagaciones, poniendo el techo de teja falsa a una iglesia de mormones, es la peor putiza que me he llevado en mi vida. Cuando gane mi lana comprendí tadavía más q culerisima es la vida, aún sigo pensandolo.