lunes, septiembre 15, 2008

Crack

Hace más de una década Jorge Volpi (1968) y un puñado de jóvenes escritorcitos, formados en escuelas jesuitas, marianas o lasallistas se asumieron como la anti-vanguardia de la literatura mexicana. Utilizando un discurso de irreverencia infantil se proclamaron como los redentores de la opacidad latinoamericana. El objetivo inicial fue desarraigarse del llamado boom o en su defecto del realismo mágico, según ellos, querían terminar con esa corriente de literatura nacionalista revolucionaria, una literatura al servicio de la izquierda y de la disidencia. También argüían sacudirse el provincianismo de la literatura mexicana, ya no más Pedros Páramos o zonas más transparentes. Tal parece que el objetivo primordial fue sacar a México del tercer mundo, al menos literariamente.

Los amigos de Volpi: Ricardo Chávez Castañeda, Vicente Herrasti, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou y Eloy Arroz, aprovecharon el mote de Crack para bautizar su irreverencia. Se dedicaron de lleno a memorizar fragmentos de la historia política europea y para ser más vendible el proyecto se insertaron en el pasado Alemán en el periodo de la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Como ejemplo encontramos Amphytrion y Espiral de Artillería de Ignacio Padilla.

La apuesta del Crack, según sus creadores, fue entender que los jóvenes escritores de clase media-alta, estaban al nivel de competir con las plumas europeas. Por lo que se sumergieron en archivos rusos, alemanes, ingleses, franceses y comenzaron a escribir. El resultado, la mayoría de las veces, se presenta como un horrible rompecabezas lleno de información desclasificada (datos curiosos, en su mayoría nazis), sin ninguna trama u organización. Salvo Jorge Volpi, el Crack no solo representa una ruptura, es un derrumbe catastrófico.

A estas alturas, me encuentro bastante cansado y harto como para envolverme con nacionalismos, en izquierdas o en reproches de malinchismo snob. Reconozco que la prosa de Volpi se sostiene por el dedicado trabajo de investigación documental, por la fluidez con la que se lee, pero sobre todo por la elegancia con la que está armado el texto. Sin embargo, debo decir, que En busca de Kilingsor no logra cuajar la “ciencia-fusión” (término manejado por Umberto Eco y Guillermo Cabrera Infante) como la fusión de la ciencia con la historia, la política y la literatura para conformar eso que llamamos cultura.

En busca de Kilngsor se presenta como una novela de intriga; a fuerza de parrafadas se pretende crear un vínculo ininteligible entre la política, la ciencia, la historia y la literatura; se presenta también como una novela total, pues abarca diferentes métodos y técnicas de escritura, por momentos se muestra epistolar, luego se descubre la crónica y en ella el uso y salto indiscriminado entre la primera y tercera persona; el uso del tiempo no es lineal, ni predecible. Al contrario, la novela muestra un nivel de complejidad bastante alto en la construcción y desarrollo de los personajes.

En breve diré que la historia es contada por el Teniente Francis P Bacon, a quién le fue asignada la misión de informar para los aliados cualquier nota sobre las investigaciones atómicas de Hitler. En esta tarea, es ayudado por el matemático Gustav Links, con quién traza una ruta para dar con Klingsor, nombre clave con el que se designaba al científico que tuvo la supervisión de toda la ciencia alemana entre la Primera y Segunda Guerra Mundiales. En esta investigación desfilan los nombres de Niels Bohr, Max Planck, John von Neumann, Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg; personajes que interactúan con Links y Bacon a lo largo de cuatrocientas cuarenta y dos páginas.

Por último debo precisar un error de método, pues la fórmula de sociología novelesca + ciencia-fusión con la que Volpi ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral (1999), se repite en el resto de su trilogía del siglo XX. Así tenemos que El fin de la locura su investigación documental y el trazo de la línea narrativa se centra en el psicoanálisis lacaniano y en No será la tierra descansa sobre teorías económicas que tratan de explicar la génesis y desarrollo de la globalización al más puro estilo de John Maynard Keynes.

* Jorge Volpi. En busca de Klingsor. Barcelona: Seix Barral. 1999. 444 p.

israel chávez
5:03pm

1 eyaculaciones:

Estimado Galeno del Mal!!

Lo más curioso es que no existe ni el boom, ni el crack, ni el click; fue, sin duda, una estrategia comercial que alentó a las particularidades en los estilos. El logro de este grupo fue un rechazo ciego prematuro, un elegir y desechar carismas, un buen posicionador de personajes en la vida pública del país. Es fácil: te quedas con Volpi, y yo voy más por Chávez Castañeda. El fin de la pornografía, un buen logro literario.

PS. Cómo va aquél desmadre, ya sabes, aquí andamos para cualquier cosa. Un abrazo mi chingón.