sábado, diciembre 22, 2007

The Catcher in the Rye

Cursé toda la primaria y secundaría en escuelas religiosas. Recuerdo que al empezar cada clase, orábamos como autómatas pidiendo a dios por la paz en el mundo y basura por el estilo. Era normal que entre semana nos forzaran a escuchar misa, colectar periódico o latas de aluminio para orfanatos. El adoctrinamiento era incisivo, terminabas vomitando los malditos salmos y escupiendo los escapularios; cualquier persona con sentido común detesta la “falsedad” de los discursos religiosos, hasta un simio podría entenderlo. Lamentablemente, todavía existen personas que “devotamente” besan la mano de los curas de la parroquia más cercana y se absuelven ellos mismos con agua bendita. Vaya realidad de porquería; me cago en dios y en la puta madre que lo parió, no perdono a mis padres semejante humillación, ni siquiera por defenderse con el argumento de buscar una educación de calidad, esa cantaleta no se sostiene por ningún lado. Educación ultraderechista, hubieran aprovechado los fajos de billetes arrojándolos al caño de la ciudad, que haberlos entregado por propia mano a los jesuitas. Lo digo porque sé a la perfección como se desenvuelve ese ambiente de hipocresías, falsedades, discriminaciones, despotismo. Aunque ahora que miro los noticiarios me extraña que exhiban los casos de pedofilia eclesiástica cuando todo el tiempo era así, todos sabíamos de la homosexualidad de los sacerdotes, padres, de los alumnos y profesores. Ya saben, todo dentro del visto bueno de dios y del estado de derecho.

Odio cualquier síntoma de autoridad, lo digo sin remilgos y sacudiéndome la jerga anarquista. No necesito defender mis argumentos con filosofía política; odio el enajenamiento y la anti-autenticidad. El fanatismo. No me cubro con la monserga de la verdad y las buenas cosas. Uno debe mentir para irse sobrellevando. Escupir cuando es necesario, pasar por encima de los demás. Hacerlo uno mismo y por convicción, sin pantallas. Auténtico.

Leí a Salinger, me gustó, no por su prosa, sino por su autenticidad. Por la franqueza del personaje. Pese a los cincuenta años de publicado, el libro todavía se sostiene. Libró la tentación de exagerar con la desfachatez de los anti-heroes alcohólicos o con la podredumbre de los yonquies. Es Holden desde sus ensimismamientos. Un gran soliloquio.

Israel Chávez Reséndiz
23:59hrs

“En muchos colegios estaban ya de vacaciones y había como un millón de chicas sentadas y de pie esperando que aparecieran sus parejas. Chicas con las piernas cruzadas, chicas con las piernas sin cruzar, chicas con piernas fantásticas, chicas con piernas asquerosas, chicas que parecían chicas estupendas y chicas que debía ser brujas si llegabas a conocerlas. Era un panorama muy bonito, si entienden lo que quiero decir. En cierto modo, era también bastante deprimente porque uno no podría dejar de preguntarse qué sería de todas ellas. Quiero decir cuando salieran del colegio y de la universidad. Te imaginabas que la mayoría se casarían con unos imbéciles. Con tíos de esos que siempre están hablando de cuantos kilómetros puede sacarle a un litro de gasolina a sus malditos coches. Tíos que se enfadan como niños cuando les ganas al golf o hasta un juego tan estúpido como el ping-pong. Tíos idiotas de verdad. Tíos que nunca leen libros. Tíos aburridísimos. Tíos que no saben hacer otra puta cosa más que anotarse otro día más en sus vidas.”

* J. D. Salinger. El guardián entre el centeno. Madrid: Alianza. 2006. 263 p.

1 eyaculaciones:

Andale, no sabía que habías rolado por ese tipo de escuelas, u´timamente he conocido mucha banda que fue a esas escuelas. Ni modo,deberias de agradecerle a las putas monjas; Te han hecho el hombre q eres ahora; o no lo crees?