Sé también, que mucha de la literatura premiada por el marketing de las grandes editoriales, sigue proponiendo la ficción como único recurso para escribir historias; algunos autores como Jorge Volpi, exponen una literatura totalizante, es decir, en su obra se encuentran inmersos varios géneros literarios (epistolar, policiaco, cuento, crónica, poesía, novela histórica) y sus personajes disertan sobre problemas filosóficos, políticos, científicos, amorosos, psicológicos, sobre la economía global, sobre medicina, etc. Cosa que en mi opinión, enriquece la producción literaria; pero al mismo tiempo denota una particularidad y es que va dirigida hacía un público mayoritariamente gourmet, intelectualoide o academicista.
Irónicamente, muchos realistas sucios, fueron descubiertos varios años después de su muerte. La mayoría padeció la realidad de sus letras; sin embargo, cada quién lo expresó de diferentes maneras. Malcolm Lowry mostró la desfachatez y podredumbre alcohólica; Claudio Bertoni, la insensatez del amor en la mujer; Roberto Arlt, la delincuencia inspirada por varios rencores sociales; Pedro Juan Gutiérrez, la candela de las entrepiernas caribeñas.
Seguramente la crítica seguirá diciendo que la prosa del realismo sucio es muy precaria, que siempre carecerá de inventiva o de teoría literaria; cosa que es cierta, pero a estas alturas, ¿a quién le importa tener el visto bueno de la clase intelectual?
israel chávez reséndiz
“Tengo que olvidarme de todo, piensa. ¿por qué había caído tanta mierda encima de él? No podía comprender. Por primera vez pensaba en todo esto. No podía llorar y ablandarse como un niño. Él era un hombre y los hombres no se pueden aflojar. Los hombres tienen que ser duros o morirse.”
“El ser humano se acostumbra a todo. Si todos los días le dan una cucharadita de mierda, primero hace asqueadas, después él mismo pide ansiosamente su cucharadita de mierda y hace trampas para comer dos cucharadas y no una sola.”
* Pedro Juan Gutiérrez. El rey de la Habana. Barcelona: Anagrama. 1999. 218 p.
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“No me importa no tener traje, ni plata, ni nada; y casi con vergüenza me confesé: Lo que yo quiero es ser admirado de los demás, elogiado de los demás. ¡Qué me importa ser un perdulario, un perdedor, un fracasado! Eso no me importa…pero esta vida mediocre…ser olvidado cuando muera, esto sí que es horrible. ¡Ah, si mis inventos dieran resultado! Sin embargo, algún día me moriré, y los trenes seguirán caminando, y la gente irá al teatro como siempre, y yo estaré muerto, bien muerto…muerto para toda la vida.”
* Roberto Arlt. El juguete rabioso. México: CONACULTA. 1997. 157 p.
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