viernes, noviembre 07, 2008

El nuevo encierro mundial

Por un tiempo pensé que la buena filosofía fue escrita entre cuatro o cinco plumas brillantes; que las mejores sentencias sobre podredumbre humana, habían sido desmenuzadas por Nietzsche, Heiddegger o Cioran. Que conociéndolas, cualquiera de nosotros podría morir teniendo por seguro que nuestra existencia es un pésimo despilfarre de energías y voluntades.

Ahora lo reflexiono un poco y me doy cuenta de mi altísimo nivel de estupidez, ya que la humanidad se muestra cada vez más perversa, más decrépita; tal parece que mientras siga pasando el tiempo, el nivel de podredumbre humana se multiplica exponencialmente. No hay límite.

Nací en 1982, cuando todavía el socialismo regía una buena parte del planeta. No sé que diablos pasaba en mi país, ni en que desperdiciaba mi tiempo. Seguramente mi mundo era la televisión y las rencillas en la escuela.

Recuerdo que el sismo del 85 fue el primer acontecimiento que viví a través de la televisión. Siendo sinceros, no me importó mucho ver los edificios derrumbados y gente durmiendo en las calles. Años después, todo el mundo hablaba sobre la victoria del capitalismo, los presentadores de noticias insistían que la caída del muro de Berlín era la entrada al mundo libre. A la democracia. Que las dictaduras no podrían ser y en conclusión que Alemania se reunificaba después de años y años de odio y pobreza.

El mundo libre se abrió paso entre los escombros socialistas. De inmediato las estrategias económicas forzaron la penetración del libre mercado. Todo se regía por la oferta y la demanda. Por el consumo y la especulación. Por la pobreza, el petróleo, el dólar. Por la marginación.

Sin importarme, iba creciendo y la televisión seguía prendida. En pocas palabras, consumía, pagaba y volvía a consumir. Conocí el levantamiento armado zapatista por las imágenes de indios muertos con rifles de madera.

Sin importarme, iba creciendo y la televisión seguía prendida. En pocas palabras, consumía, pagaba y volvía a consumir. Conocí la prepotencia y brutalidad policiaco-militar mirando por televisión como se les dispara a campesinos de Guerrero.

Sin importarme, iba creciendo. Consumiendo, consumiendo, consumiendo. Conocí otro levantamiento armado, el del Ejercito Popular Revolucionario (EPR); de nuevo fue por televisión. Esta vez se prometía una guerra de exterminio en contra de las guerrillas, de la disidencia.

Sin importarme, iba creciendo. Consumiendo, consumiendo, consumiendo. Conocí y me involucré en el más aguerrido movimiento estudiantil de la última década del siglo XX en mi país. Esta vez, apagué la tv. Salí y comencé otro consumo. Rebelión, libertad, autogestión.

Años después con más basura en la cabeza, miré por internet como se desplomaban las torres gemelas, la invasión a Afganistán, la guerra por combustible en Irak y la re-elección de Bush. El triunfo del libre mercado.

A estas alturas, ya no me importa nada. Y lo digo con conocimiento de causa. La economía se colapsa, siguen cayendo aviones en las ciudades, se encuentran decenas de cuerpos decapitados por todo el país, inmolaciones en plazas públicas, atentados con explosivos, se protege al narcotráfico con tanquetas del ejército. Todo el mundo sigue igual o peor que hace diez o veinte años. En la próxima década seguramente el poder económico superará por mucho al poder político; lo supeditará, lo arrancará de cuajo. El “Estado político” será sustituido por el “Estado corporativo”. Exxon, IBM, Microsoft, Shell, Coca-cola, Ford. Las paredes del nuevo encierro seguirán siendo la desigualdad, la pobreza, la represión.

No hay otra opción que meterse un tiro por la garganta o meternos un gran pinchazo de heroína. Más humano, no se puede.

Israel Chávez Reséndiz
11:12pm

“El anti-mundo es un espacio, un territorio y una lengua que se buscan todavía; no se encuentra, tantea, explora, diseca, descubre. Es un lugar dominado por el duelo y el adiós, donde la gente sigue obstinada en creer en las instituciones, en la modernidad; un teatro donde el público forma parte integral de la tragedia que se escribe, donde se siguen gritando viejos lemas: “Democracia”, “Libertad”, en política, “Transgresión” y “Banalidad” en el arte.

Pero en ese extraño lugar, vuelto completamente hacia los relatos del pasado, ya nadie se engaña. Por ahora llamaré a los habitantes los “desesperados”, y si alguien me preguntase qué tienen por delante que los hace llorar en coro, respondería lo siguiente: “Es una nostalgia, pero bien curiosa. No lloran por lo que dejó de ser, lo que desapareció, lo que se les queda atrás. En realidad, no es la nostalgia de un pasado que ya no es, sino la de un futuro que podría ser”.

* Camilla de Toledo. Punks de boutique. Oaxaca: Almadía. 2008. 215 p.

0 eyaculaciones: