Narco - estado

Cuando estuve cegado por mi activismo estudiantil fui a dar tres veces a los separos del Ministerio Público; en una sola ocasión se me acusaba de terrorismo, sabotaje y lesiones a los cuerpos policiacos. Vaya manera de percibir la sutileza del estado. En esa época, además de adoctrinarme con obras clásicas del anarquismo del siglo XIX, devoraba toda la información que tenía que ver con las tácticas represivas del estado mexicano. Alguna vez me enteré por medio de los funcionarios del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez de la existencia del brazo armado del Cártel del Golfo. En esa época era muy difícil que se hablara de los “Zetas” en los medios masivos del DF. Seguramente en Tijuana, Chihuahua, Culiacán, Reynosa o hasta en Monterrey supieran de ellos, pero en el DF casi no.

Sucede que éste grupo de sicarios, originalmente fue creado para combatir los brotes guerrilleros que se dieron en el país después del levantamiento en Chiapas. El grupo fue entrenado en la “Escuela de las Américas” en tácticas contra-insurgentes, manejo de explosivos, armamento especializado y tortura. Fue sin duda uno de los más sanguinarios grupos que financió el estado después de las brigadas de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Una de las particularidades de éstos soldados fue que su formación rebasó el área táctica u operativa, pues cada elemento además de poseer un fuerte entrenamiento, ostentaba un doctorado en humanidades, en ciencias sociales e incluso en ciencias exactas. Es decir, además de matar, sabían leer y escribir.

Debido a que el estado mexicano no previó la deserción como uno de los escenarios posibles, doto a estos cuerpos de élite con todos los recursos que estuvieron disponibles. Sin embargo el encanto les duró poco, pues en menos de un año de haberse formado el grupo, los propios soldados se autonombraron “Zetas” (que en lenguaje policiaco significa muerte) y se pusieron bajo las órdenes de Osiel Cárdenas Guillén.

De tal forma que durante la década de los noventa, el negocio de las drogas se encumbró y dejo de ser monopolio del estado. Es decir, los políticos dejaron de dirigir la producción, trasporte y distribución de estupefacientes; ahora los capos empleaban directamente a la clase política. De hecho, la pérdida del control se debió a que a durante esa década fue aprendido el general Jesús Gutiérrez Rebollo quién (torturó a la disidencia política, defendiendo el denominado estado de derecho) trabajó bajo las órdenes de Amado Carrillo Fuentes y separó al país en siete regiones para una mejor administración de las plazas del narcotráfico.

Actualmente los “Zetas” han dejado de ser un grupo de sicarios y se han convertido a fuerza de ejecuciones en el mayor cártel de droga que funciona con precisión en México. Han arrojado cabezas humanas en cualquier plaza pública que dispongan e incluso se han dado el lujo de reclutar a sus nuevos cuadros a través de clasificados de periódicos o con mantas en las avenidas más transitadas de la ciudad.

En lo personal, nunca he presenciado una balacera entre AK-47 o AR-15’s; tampoco he sufrido de un levantón o he circulado más droga de la que necesita mi cuerpo. Sin embargo sé hasta el cansancio que el actual sistema político mexicano, en sus áreas de procuración de justicia, de seguridad nacional y de combate al narcotráfico, funcionan a la perfección, pues en repetidas veces los propios funcionarios de la PGR han sostenido lo mismo: No es que funcione mal o este resquebrajado el sistema; al contrario, es sobre la marcha que se ha construido así, y funciona a la perfección.

israel chávez reséndiz
5:05pm

* Ma. Idalia Gómez y Dario Fritz. Con la muerte en el bolsillo. México: Planeta. 2005. 349 p.