
Son las once de la noche y ya estoy mojado por varias razones. Bueno, que si he de confesarles creo que es por una sola: un mugriento pedazo de papel que transformé en avión y lo lancé a volar.

Comienzo.
Por la mañana me autodegrade 4 horas en el museo. Siendo las 11am llegó una visita que para colmo, fueron teletubis. Alicia, para hacerse entender, se la rifo con un lenguaje de señas incomprensible para mí, solo la miraba, como si al hacerlo ayudara en algo. Pero nel. Pasó la visita y se fueron los teletubis. De salida, la maldita lluvia, sí, maldita sea la muy cabrona, que por su culpa y la culpa de dios (que me surro en su puta madre)


Saliendo del cine, nos lanzamos corriendo al Centro Cultural San Ángel, que tenía como atracción principal la presentación de un libro que leí hace como mes y medio, se llama Éste que ves de Xavier Velasco. (que ya en otro post hable de él)
Ya saben, gente condechi y alguno que otro artista mamonsón y rockeros de pose le cayeron al lugar, por un momento pensé, chale que pinche público tan engreído, pinche literatura, en vez de sensibilizarnos haciéndonos más sencillos nos hace unos putos intelectuales de cafetería. Pero bueno, armamos una fila y entramos al foro, en fin. Llegamos, nos aplastamos en las butacas, viboreamos y nos burlamos muy hirientemente de los demás. Por ahí estaba el Huidobro con su vieja la tal Mariana H, que ha decir verdad, yo me la imaginaba más mamacita, pero nel. No llega a tal categoría. Se paseo por ahí el Hiriart, no el Hugo, que según es dramaturgo, sino el otro wey, el salinista, el dueño de Crónica. El Ciro que hasta lo salude. Y pues una buena fauna procedente de filos, la ibero y de la sogem. (Sociedad General de Escritores Mexicanos)

Xavier salió con shorts ridículamente rojos y comenzó con su descarga histriónica. Se movía, iba, venía, ocupaba todo el escenario. Al tiempo que hablaba, discernía sobre su infancia y justificaba su novela. Lo memorable de esto fue que antes de iniciar con la presentación, chalanes del centro (o mamonamente el staff) repartieron hojas impresas de hojas de cuaderno que al revés tenían la portada del libro. Nos instruyeron diciéndonos que no las tiráramos pues Xavier tenía pensado algún truco con ellas. El truco fue que nos pidió que las preguntas las escribiéramos, dobláramos el papel como avión y las lanzáramos a volar en dirección a él.


Ese avión, esa pregunta, ese momento, ese sin sentido, ese todo, tronó mi bolsita de adrenalina que siempre traigo cargando. Ahora sé por qué tengo que escribir, escribir hasta que me acabe, escribir aunque lo haga mal, sin dirección ni sentido, porque las letras con sangre entran y se van directo al papel.

israel chávez
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